¿Hasta dónde puede llegar el precio de la gasolina?

Alicante, 28-06-2022.

La respuesta a esta grave y ya universal cuestión pasa por considerar múltiples factores. Todos ellos interactúan entre sí. Para hacernos una idea de cuál es precio que puede alcanzar en los próximos meses debemos hacer un recorrido del proceso que sigue el petróleo; desde su extracción hasta que, transformado en gasolina y bajo cualquiera de sus muy diversas variantes, pasa por el boquerel (ese es el nombre del dispensador de gasolina que introducimos en el depósito de nuestros vehículos).

El coste de la extracción no tiene por qué variar en absoluto. El incremento llega en el momento en que se inicia su transporte. Normalmente, esto implica el uso de petroleros, y en estos momentos la demanda supera a la oferta, por tanto, los fletes suben. También se emplean oleoductos, pero los rusos están prácticamente cerrados o parados, bien por voluntad política, bien por algún “fallo técnico”. Cuando llega a destino, el petróleo es transformado en gasolina en las refinerías. Hacer que estas funcionen también cuesta energía, al igual que los trenes y los camiones cisterna. Todo se repercute en el precio final… pero no sólo esto. Una enorme proporción del precio, más de la mitad, se va en impuestos. De hecho, esta es una de las principales fuentes (nunca mejor dicho) de financiación del estado. Un estado que hoy tiene que hacer frente a los muchos gastos generados por una crisis económica que trasciende a la guerra en Ucrania, por mucho que repitan lo contrario los responsables del gobierno.

El gobierno actual está tratando de hallar la cuadratura del círculo: Mantener alta la recaudación, reactivar la economía, alcanzar el nivel de nuestros socios europeos, olvidar los “ertes” y generar empleo. A estos retos declarados, hay que sumar otros inconfesados: incrementar el empleo público clientelar, subvencionar “iniciativas de progreso” y de paso, redefinir el modelo económico y de estado. Son demasiadas pelotas en el aíre, más aún si al artista que está en el cruce le cambia el semáforo y deja de estar en rojo.

La mala noticia es que, al margen buenísimos, la gasolina no se puede sustituir de un día para otro. Es cierto que España está dando pasos decididos para hacer realidad la transición energética; como la fabricación de vehículos eléctricos o la futura macro factoría de baterías de Valencia. Pero el impacto de todo ello tardará más de lo deseado en notarse. Ni los ciudadanos españoles, ni los del resto de Europa, podemos renovar tan rápido como quisiéramos nuestra flota de vehículos, por muy ecológicos que nos sintamos. Por un lado, no tenemos dinero, por otro, los fabricantes tienen que amortizar todavía su costosísima maquinaria y adaptar sus factorías y a sus empleados… así que tenemos gasolina para rato.

Bajar la gasolina pasa reducir la parte mollar: los impuestos, antes que por apretar a los gasolineros. No son pocas los puntos de distribución que obtienen más margen de beneficio vendiendo pan o chuches que con el combustible. Los descuentos están bien si son reales y no juegos malabares. Mucho mejores aún si no tiene que asumirlos la distribución mientras espera que algún día se lo retribuya el estado. De no ser así las gasolineras seguirán cerrando… y ya van unas cuantas. Bajar la gasolina supondría para el gobierno bajársela a todos por igual, sin distinción de ingresos, auto, o escenario geográfico y esto es algo que no encaja muy bien con gobierno con tanto sentimiento y vocación de clase. Si a todo lo anteriormente descrito sumamos la desbocada inflación, de la que sólo hemos visto su preocupante arranque, podemos concluir que el precio de la gasolina no tiene techo. Mi optimista previsión: en otoño, más de tres euros, en navidades

Fuente; eleconomista.es

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